En un centro de protección de menores, la labor principal consiste en asegurar un ambiente seguro y positivo para los jóvenes residentes. Esto implica estar presente y disponible para interactuar directamente con ellos, ofreciendo apoyo y supervisión en sus actividades diarias. El objetivo es fomentar la convivencia pacífica y resolver cualquier conflicto que pueda surgir. Se trabaja en estrecha colaboración con el equipo de educadores y técnicos del centro, siguiendo sus indicaciones para implementar estrategias que promuevan el bienestar de los menores. Es una tarea importante que requiere dedicación y compromiso con el cuidado de los jóvenes, contribuyendo a su desarrollo personal y social en un entorno protector. El contrato es indefinido y la jornada es parcial.